top of page

PARÁBOLA DEL BAMBÚ

  • Foto del escritor: Carolina Acuña
    Carolina Acuña
  • 10 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

¿Qué tipo de persona te consideras? ¿Eres de los que se aceleran por todo, o de los que esperan con paciencia? ¿Eres consciente de que los árboles no crecen de la noche a la mañana, o de los que los riegan tanto que los ahogan y los matan? La espera es no apta para desesperados. Y es que, ¿Cómo nos cuestan las esperas?


El mundo actualmente ejercita muy poco la paciencia. Vivimos en un mundo agitado y acelerado. Un mundo en el que hacen que el tiempo no espere a nadie y que nos apura por hacer todo para ya, sin tan siquiera saber ¿porqué? Personalmente, la paciencia en la espera es algo que Dios ha trabajado muchísimo en mí y hoy quiero contarles lo que Dios me Ministró a través de la Parábola del Bambú.


No hace falta ser un agricultor para saber que una buena cosecha requiere de una buena semilla, buen abono y buen riego. Además, en virtud de su experiencia, quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla plantada, ni le grita con desespero para verla crecer rápido.


Con el Bambú, sucede algo muy curioso, que lo hace precisamente no apto para ser cultivado por impacientes. La semilla es sembrada, abonada y regada constantemente durante los primeros meses y mientras tanto, no sucede nada que a la vista sea apreciable. El agricultor, tendrá que pasar siete años de constante abono y riego para que los resultados comiencen a florecer. Esto podría hacer que el agricultor inexperto se convenza de que compró semillas infértiles, o equivocadas.


Cuando los 7 años transcurren, lo asombroso comienza a pasar. En un periodo de solo seis semanas, la planta de bambú crece más de treinta metros. La pregunta que te haces de fijo. ¿Duró solo seis semanas en crecer? La respuesta es que tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.


Desde el momento que se planta la semilla, hasta el año siete, el bambú en su aparente inactividad, está desarrollando un complejo sistema de raíces, para poder sostener el crecimiento que va a tener después del año número siete.


Esto no tiene ninguna ciencia para poder ser comprendido. Sin embargo, en la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente es el resultado del crecimiento interno y que este requiere de tiempo.


Quizá por la misma impaciencia, muchos de los que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan sus sueños justo cuando estaban a punto de llegara a la meta. Es una tarea difícil convencer al impaciente, que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.


De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo y se vuelve frustrante. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos necesarios para poder merecer los privilegios de un primer lugar.


El triunfo es un proceso que lleva tiempo y dedicación. Uno que nos exige aprender nuevos hábitos y nos obliga descartar otros. Esto, es algo que a tu mente humana le cuesta y más allá de una dificultad, le da pereza.


Tenemos la mentalidad de querer todo para ya. Un matrimonio para ya, hijos para ya, el trabajo de los sueños para ya, un carro para ya, viajes para ya. TODO PARA YA, y déjame decirte que estás mal. Cuando Dios nos procesa en medio de una parábola como esta, puedes durar siete años aprendiendo como vas a crecer durante los seis meses próximos, o acelerarte tanto, que pasados esos siete años, vas a tener que pasar otros siete más porque hiciste de tu proceso un calvario, un desperdicio de tiempo.


Cometes el error de compararte con Fulano, Sutano y Mengano y conviertes tú vida en una competencia, cuando tu mayor rival eres tú mismo.


¿Estás regando y abonando tus propósitos con paciencia y amor, o estás renegando por no ver el resultado que esperas?


Quizás Dios está por entregarte eso que tanto deseas, eso que siempre has querido pero, como en el proceso no has aprendido, el crecimiento que esperas tener no podría ser sostenible, porque tus raíces no están firmes.


No te conformes con poco, aprende a pagar el precio en el proceso, porque merecerás la recompensa. Sé que es fácil decir y difícil hacer, pero cuando tú confianza está en Dios, créeme que todo, absolutamente todo se puede soportar.


Cultiva con semilla de fe, abona y riega con la Su Palabra y espera en su tiempo que ese, ESE SI ES PERFECTO.



Por Carito






 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


©2019 por Reflejos de su amor. 

bottom of page